“Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y -lo que es peor aún- el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la ciencia frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático.”
(Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria. Córdoba, 1918)
Nos encontramos otra vez más –o en el caso de algunos, por primera vez- ante una de las tantas pantomimas de la vida universitaria, sino la más espectacular. Esta afirmación proviene del hecho de que las elecciones no son otra cosa que la justificación de lo existente, ya que ni siquiera la agrupación más izquierdista se escapa de una lógica reformista y miserable, que sólo garantiza la perpetuidad de un modelo de educación que tiene como objetivo embrutecernos con conocimientos, preparándonos para ser los obedientes trabajadores calificados del mañana, o peor aún, los miserables opresores.
El Centro de Estudiantes (CE) entra así en este juego, el de una lamentable representación que se mueve frente a nuestros ojos para decirnos que todo es como debe ser, que todo va como tiene que ir. Pero en realidad, nada está siendo puesto en cuestión y las posibilidades de cambio no sólo no son remotas, sino que siguiendo la lógica por la cual se mueve un CE, son directamente imposibles. De esta manera, agregándole un poco más de complejidad a tamaña representación a la cual el estudiante se ve sometido, se le dice que esta entidad existe para defenderlo y pelear por él y sus intereses. Casualmente, lo que no se dice es lo que sale a la luz inmediatamente ante una mirada apenas más profunda: en el Centro de Estudiantes delegamos nuestro poder a la espera de que este sea nuestro portavoz en conflictos e inquietudes, de manera tal que nuestra injerencia política sobre el medio mismo, se vuelve repentinamente nula. Cada vez que votamos, entonces, participamos de un rito vacío que sólo sirve para diversión de la clase dominante y lavaje de culpas de los sectores medios y pequeño-burgueses.
Siguiendo entonces la lógica de los defensores a ultranza de esta institución, podemos encontrar que de ella se desprende la incasable búsqueda por cada vez más poder y más autonomía, para así de esta manera llegar a ser entidades políticas con incidencia absoluta sobre sus ámbitos específicos, sin intervención de “superiores” u “órdenes de arriba”. Y, si realmente obedecen a la voluntad del estudiantado o simplemente es una representación total de ella, como tanto se vanagloria la izquierda, la función de los CE es entonces la de la socialización y democratización de cada ámbito por si mismo. Pero hay razones por las cuales esto es inviable:
En primer lugar, por su misma conformación, ya que es el órgano solicitado y previsto por la dirigencia, es decir, los representantes de la burguesía que están a cargo de la universidad. Esta dirigencia, espera y prefiere lidiar con un grupúsculo de dirigentes ansiosos de realizar una carrera política, en lugar de hacerlo con una masa revoltosa -descentralizada y horizontal- situación que, como mínimo, le complicaría un poco más la tarea de mantener el status quo.
En segundo lugar, y desprendiéndose asimismo de lo anterior, tenemos el problema del financiamiento. Los CE dependen del abastecimiento de capitales externos, lo cual le da a las fuentes un enorme control, ya que sin su financiación las funciones de estos no serían posibles. Por lo tanto, al menos mientras no puedan proveer el dinero necesario, los CE nunca podrán lograr la supuesta autonomía, siendo relegados entonces al rol secundario que siempre tuvieron y siempre tendrán. Y en el caso de que se consiga la auto-financiación, ¿Cuál sería el sentido de utilizar estos recursos en un órgano policlasista y conciliador, en lugar de hacerlo en una organización verdaderamente revolucionaria, que totalice las vertientes de la actual guerra social?.
Está más que claro, acabamos de realizar una crítica al mejor escenario posible en que puede encontrarse un CE, y ni siquiera en esa situación “idílica” nos es de alguna utilidad para la lucha real. Además, y reforzando nuestro punto de vista, la actualidad dista muchísimo de ese momento: aprovechemos entonces ahora, en este momento, para aniquilar esta forma de organizarnos y replanteémonos cómo debemos hacerlo.
Ha llegado el momento en que la realidad nos marca una situación más que clara, ninguna votación nos salvará de nuestro presente y futuro como clase oprimida. Por otra parte pero en el mismo orden de cosas, el llamarse a no votar no representa por sí sólo una forma de lucha con fronteras tangibles en el panorama de la lucha de clases. Esta postura, sólo significa que dejaremos de seguir como manada a la dirigencia estudiantil, codo a codo junto al séquito de pasivos “simpatizantes”, devotos consumidores de carroña etiquetada como política que acatan todo mirando el quién pero sin preguntarse el qué, y mucho menos el cómo. Esto implica el hecho de que, en un estadio superior de conciencia, hemos mirado hacia delante y hacia los costados para darnos cuenta de que el cambio real no pasa por sus métodos, fundamentalmente porque estos procedimientos no se corresponden con nuestra realidad de oprimidos. Pero, y de esta manera queda aún más claro, bajo ningún concepto el abstencionismo electoral se presenta como una superación por sí mismo.
Ahora, si realmente nuestra conciencia nos dicta que es momento de entrar en confrontación directa y luchar contra esta mísera realidad, debemos organizarnos sin líderes ni liderados, manteniéndonos en consecuencia fuera de partidos, centros de estudiantes y personalismos. Sólo la solidaridad entre compañeros será decisiva a la hora de enfrentar a la clase dominante y sus falsos críticos, afrontando nuestras carencias desde el libre consenso, entendiendo que únicamente entre nosotros podremos resolver nuestros problemas e inquietudes, sin pedirle nada a nadie y menos aún a nuestros opresores.
Se va haciendo cada vez más urgente cambiar cada aspecto de nuestra vida…
¡Contestemos a la opresión con ataque, destruyamos las estructuras existentes!
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