“El movimiento estudiantil es meramente defensivo,
le sigue el juego al sistema aunque muchos no sean conscientes.
Mientras él nos pega una paliza nosotros nos acurrucamos en el suelo.
En un conflicto real, deberíamos estar de pie y en postura de combate.”
[Assemblea d’Estudiants Llibertàries UV]
Consideramos que la asamblea es el espacio real en el que las personas pueden expresarse y decidir individual y colectivamente sobre los asuntos que les conciernen. En ella, se toman decisiones mediante la discusión y la deliberación cara a cara. Las asambleas son –además- el lugar del encuentro y la comunicación directa entre personas que así se van entretejiendo como grupo y por tanto, se van dando identidad y fortaleza existencial. Analizando experiencias desarrolladas a lo largo del tiempo, ha quedado más que claro que las asambleas son el mejor método para organizarse horizontalmente.
Esto es un intento de realizar una crítica lo más constructiva posible con el fin de volvernos más efectivos, mostrando alternativas a lo realizado hasta ahora en las experiencias asamblearias que se han dado en las Universidades. Bajo nuestro punto de vista, una manifestación, una asamblea, la constitución de grupos entre afines, una toma, una intervención, etc. son medios que utilizamos para alcanzar nuestros fines (claro ejemplo es lo que sucedió en la Facultad de Psicología en el año 2009 en cuanto a la cuestión edilicia, o en la de Humanidades y Artes en el 2008 frente al conflicto con la seguridad privada; ambas pertenecientes a la Universidad de Rosario, Región Argentina). Es decir, estar bien organizados no es un fin en sí mismo, sino una herramienta que nos acercará más a nuestro objetivo.
Hay que analizar cada herramienta, ver de qué nos puede servir, puntos a favor, en contra; y usarla conforme a lo que necesitemos. No hay que demonizar ni mitificar ningún método, debemos ver en que medida nos son útiles y conforme a eso actuar. Aunque la organización es imprescindible hasta para la más mínima tarea, no podemos dedicarnos exclusivamente a eso. Demasiados e innecesarios cambios en la forma de organizarse provocan pérdidas de tiempo y desgaste en la gente que participa.
Es necesario remarcar que el movimiento estudiantil arrastra un pesado lastre: la falta de información, formación y participación de los estudiantes en torno a las luchas sociales. Esta inexperiencia nos hace estar dando golpes al aire continuamente. No hay conciencia combativa, por eso, cuando aparece algún conflicto, en lugar de remediarlo atacándolo de raíz, empezamos a organizarnos, discutiendo tediosamente, dando mil vueltas al mismo —y probablemente estúpido— asunto. De esta manera, siempre nos agarran desprevenidos, y las luchas terminan siendo conducidas por quienes no tienen ningún interés real en solucionar los problemas, a no ser que esto les represente algún rédito político. Esto sucede, en gran parte, porque ellos saben de antemano qué es lo que quieren y cómo conseguirlo, y no pierden el tiempo para comenzar a accionar.
Es por eso que afirmamos que este método, más allá de sus ventajas, no deja de ser sólo eso, un método, una herramienta, y como tal no debe ser mitificada, puesto que atentaría contra el pensamiento estratégico. Es evidente que las asambleas no funcionan casi nunca como describimos anteriormente, ya que suelen convertirse en el espacio de la manipulación, la coerción, el engaño, la competencia y/o la prefabricación de acuerdos colectivos entre grupos ‘aparateadores’, así como también el medio de consecución y preservación del poder de estos mismos grupos, compuestos por la más variada gama de izquierdistas recuperadores de las luchas en favor del sistema, que intentan erigirse como nuestros patéticos dirigentes. Estos bastardos siempre van a estar ahí, intentado llevarnos por el camino que a ellos les interesa, velando siempre y sin excepción por sus propios intereses partidistas que nada tienen que ver con los nuestros. Aunque ellos siempre lo negarán, sus métodos los delatan.
Estos contrarrevolucionarios cooptan las asambleas, conduciendo los temas de discusión –y con ello condicionando a su vez las determinaciones, ya que una pregunta astutamente formulada puede a veces conducir a una única respuesta- en pos de sus intereses como grupo u organización. Pareciera que nunca se discute nada relevante, que todo lo que podamos hacer por revertir esta situación es inútil y queda en la nada. Esto se debe a que la ausencia de una estructura, así como de métodos y medidas claras y funcionales para evitar que esto suceda, no es algo casual, sino que suele responder a sus mismos intereses. Imponer asambleas abiertas aún cuando no es necesario, es un claro error: todo no debe ser discutido abiertamente, porque así participan los partidos y los imbéciles de siempre. Hay que saber marcar la línea. El pensamiento dominante encuentra en la democracia el canal perfecto para expresarse, con la asamblea a la cabeza. A menudo dar voz a todos es dar oídos a las ideas dominantes.
Pero también es necesario realizar una autocrítica para con nosotros, quienes permitimos que esto siga ocurriendo. Gran parte de su estrategia consiste en monopolizar la palabra, con la complicidad de una cómoda inacción por parte de los estudiantes. Esta inacción se debe en muchos casos a una falta de convicción real y a esa difusa presión de “cumplir” con la politización que nombrábamos antes, pero en otros proviene de una falta de formación política autodidacta, lo cual provoca que los izquierdistas –quienes generalmente cuentan con una formación como cuadros político-dirigentes y con más experiencia, siendo muchas veces incluso militantes profesionales- intimiden al estudiante promedio, a quien de todas formas la mayoría de las veces poco parece importarle.
Así, estos infames ‘militantes’ desmovilizan todo lo que no les gusta, cualquier cosa que hagan los estudiantes sin pasar por su asamblea —es decir, sin pasar por su censura—, todo lo que se les pueda escapar de las manos, que pueda arruinar la buena imagen que se han creado con las instituciones. Esta posición privilegiada de mediación entre instituciones y estudiantes les permite sacar tajada de ambos: la Universidad les puede premiar para que desmovilicen a los estudiantes, los estudiantes les pueden ceder su fuerza y capacidad de decisión para luchar contra la Universidad. Y ellos pueden usar esta posición para sus propios beneficios políticos.
Debemos entender que, en cualquier momento de un proceso de toma de decisiones, quedarse callado y presenciar como se lleva a cabo una asamblea que es una caricatura de deliberación colectiva implica ser cómplice de las maniobras y la manipulación de los grupos o corrientes que las están utilizando para imponer sus intereses. Es necesario perder el temor a la confrontación de estas prácticas o a ser considerado un ingenuo. Nunca debemos bajar la guardia. Debemos enfrentar sus lascivas intervenciones con argumentos sólidos y bien enumerados, desenmascarándoles ante los otros integrantes de la asamblea, exponiendo sus verdaderas intenciones, e incluso, en una situación en la que la correlación de fuerzas sea la adecuada, finalmente echarlos de las asambleas.
No queremos ser malinterpretados: animamos a la gente a que participe en las asambleas, pero también a que haga acciones al margen de ellas, con sus amigos, con sus compañeros más cercanos, con gente en la que sabe que puede confiar. Hay que dejar de idealizar las asambleas como instancia colectiva máxima y deseable, y apuntar paralelamente a modos de organización para la discusión y para la acción más reducidos entre afines y posibles afines. Estos lazos de amistad, afinidad y confianza, y el hecho de que estos grupos no tengan que rendir cuentas ante nadie –autonomía- los hace sumamente efectivos. Pequeños pero numerosos grupos, realizando pequeñas pero continuadas acciones, pueden ser infinitamente más efectivos que una única manifestación masiva, ya sea ésta pacífica o violenta.
Y seguimos alentando a los estudiantes que participan en las asambleas a que desconfíen siempre de los que se la dan de expertos, de dirigentes, de los que están siempre hablando y no dejan a los demás, de los que no tienen en cuenta la opinión de otros, de los que pretenden que todo el mundo tiene que ir detrás suyo, de los que siempre se encargan de todo como si nos hicieran un favor, de los que tratan de desmovilizar cualquier acción con la que no están completamente de acuerdo, de los que se la dan de valientes y son unos cobardes… El tiempo pondrá a cada cual en su lugar. En el futuro veremos a estos estudiantes “revolucionarios” vendiendo obreros en cualquier sindicato o intentando escalar cargos en tal o cual partido izquierdoso para vivir a costa nuestra y defender todo aquello que ahora dicen atacar.
Esto es un intento de realizar una crítica lo más constructiva posible con el fin de volvernos más efectivos, mostrando alternativas a lo realizado hasta ahora en las experiencias asamblearias que se han dado en las Universidades. Bajo nuestro punto de vista, una manifestación, una asamblea, la constitución de grupos entre afines, una toma, una intervención, etc. son medios que utilizamos para alcanzar nuestros fines (claro ejemplo es lo que sucedió en la Facultad de Psicología en el año 2009 en cuanto a la cuestión edilicia, o en la de Humanidades y Artes en el 2008 frente al conflicto con la seguridad privada; ambas pertenecientes a la Universidad de Rosario, Región Argentina). Es decir, estar bien organizados no es un fin en sí mismo, sino una herramienta que nos acercará más a nuestro objetivo.
Hay que analizar cada herramienta, ver de qué nos puede servir, puntos a favor, en contra; y usarla conforme a lo que necesitemos. No hay que demonizar ni mitificar ningún método, debemos ver en que medida nos son útiles y conforme a eso actuar. Aunque la organización es imprescindible hasta para la más mínima tarea, no podemos dedicarnos exclusivamente a eso. Demasiados e innecesarios cambios en la forma de organizarse provocan pérdidas de tiempo y desgaste en la gente que participa.
Es necesario remarcar que el movimiento estudiantil arrastra un pesado lastre: la falta de información, formación y participación de los estudiantes en torno a las luchas sociales. Esta inexperiencia nos hace estar dando golpes al aire continuamente. No hay conciencia combativa, por eso, cuando aparece algún conflicto, en lugar de remediarlo atacándolo de raíz, empezamos a organizarnos, discutiendo tediosamente, dando mil vueltas al mismo —y probablemente estúpido— asunto. De esta manera, siempre nos agarran desprevenidos, y las luchas terminan siendo conducidas por quienes no tienen ningún interés real en solucionar los problemas, a no ser que esto les represente algún rédito político. Esto sucede, en gran parte, porque ellos saben de antemano qué es lo que quieren y cómo conseguirlo, y no pierden el tiempo para comenzar a accionar.
Es por eso que afirmamos que este método, más allá de sus ventajas, no deja de ser sólo eso, un método, una herramienta, y como tal no debe ser mitificada, puesto que atentaría contra el pensamiento estratégico. Es evidente que las asambleas no funcionan casi nunca como describimos anteriormente, ya que suelen convertirse en el espacio de la manipulación, la coerción, el engaño, la competencia y/o la prefabricación de acuerdos colectivos entre grupos ‘aparateadores’, así como también el medio de consecución y preservación del poder de estos mismos grupos, compuestos por la más variada gama de izquierdistas recuperadores de las luchas en favor del sistema, que intentan erigirse como nuestros patéticos dirigentes. Estos bastardos siempre van a estar ahí, intentado llevarnos por el camino que a ellos les interesa, velando siempre y sin excepción por sus propios intereses partidistas que nada tienen que ver con los nuestros. Aunque ellos siempre lo negarán, sus métodos los delatan.
Estos contrarrevolucionarios cooptan las asambleas, conduciendo los temas de discusión –y con ello condicionando a su vez las determinaciones, ya que una pregunta astutamente formulada puede a veces conducir a una única respuesta- en pos de sus intereses como grupo u organización. Pareciera que nunca se discute nada relevante, que todo lo que podamos hacer por revertir esta situación es inútil y queda en la nada. Esto se debe a que la ausencia de una estructura, así como de métodos y medidas claras y funcionales para evitar que esto suceda, no es algo casual, sino que suele responder a sus mismos intereses. Imponer asambleas abiertas aún cuando no es necesario, es un claro error: todo no debe ser discutido abiertamente, porque así participan los partidos y los imbéciles de siempre. Hay que saber marcar la línea. El pensamiento dominante encuentra en la democracia el canal perfecto para expresarse, con la asamblea a la cabeza. A menudo dar voz a todos es dar oídos a las ideas dominantes.
Pero también es necesario realizar una autocrítica para con nosotros, quienes permitimos que esto siga ocurriendo. Gran parte de su estrategia consiste en monopolizar la palabra, con la complicidad de una cómoda inacción por parte de los estudiantes. Esta inacción se debe en muchos casos a una falta de convicción real y a esa difusa presión de “cumplir” con la politización que nombrábamos antes, pero en otros proviene de una falta de formación política autodidacta, lo cual provoca que los izquierdistas –quienes generalmente cuentan con una formación como cuadros político-dirigentes y con más experiencia, siendo muchas veces incluso militantes profesionales- intimiden al estudiante promedio, a quien de todas formas la mayoría de las veces poco parece importarle.
Así, estos infames ‘militantes’ desmovilizan todo lo que no les gusta, cualquier cosa que hagan los estudiantes sin pasar por su asamblea —es decir, sin pasar por su censura—, todo lo que se les pueda escapar de las manos, que pueda arruinar la buena imagen que se han creado con las instituciones. Esta posición privilegiada de mediación entre instituciones y estudiantes les permite sacar tajada de ambos: la Universidad les puede premiar para que desmovilicen a los estudiantes, los estudiantes les pueden ceder su fuerza y capacidad de decisión para luchar contra la Universidad. Y ellos pueden usar esta posición para sus propios beneficios políticos.
Debemos entender que, en cualquier momento de un proceso de toma de decisiones, quedarse callado y presenciar como se lleva a cabo una asamblea que es una caricatura de deliberación colectiva implica ser cómplice de las maniobras y la manipulación de los grupos o corrientes que las están utilizando para imponer sus intereses. Es necesario perder el temor a la confrontación de estas prácticas o a ser considerado un ingenuo. Nunca debemos bajar la guardia. Debemos enfrentar sus lascivas intervenciones con argumentos sólidos y bien enumerados, desenmascarándoles ante los otros integrantes de la asamblea, exponiendo sus verdaderas intenciones, e incluso, en una situación en la que la correlación de fuerzas sea la adecuada, finalmente echarlos de las asambleas.
No queremos ser malinterpretados: animamos a la gente a que participe en las asambleas, pero también a que haga acciones al margen de ellas, con sus amigos, con sus compañeros más cercanos, con gente en la que sabe que puede confiar. Hay que dejar de idealizar las asambleas como instancia colectiva máxima y deseable, y apuntar paralelamente a modos de organización para la discusión y para la acción más reducidos entre afines y posibles afines. Estos lazos de amistad, afinidad y confianza, y el hecho de que estos grupos no tengan que rendir cuentas ante nadie –autonomía- los hace sumamente efectivos. Pequeños pero numerosos grupos, realizando pequeñas pero continuadas acciones, pueden ser infinitamente más efectivos que una única manifestación masiva, ya sea ésta pacífica o violenta.
Y seguimos alentando a los estudiantes que participan en las asambleas a que desconfíen siempre de los que se la dan de expertos, de dirigentes, de los que están siempre hablando y no dejan a los demás, de los que no tienen en cuenta la opinión de otros, de los que pretenden que todo el mundo tiene que ir detrás suyo, de los que siempre se encargan de todo como si nos hicieran un favor, de los que tratan de desmovilizar cualquier acción con la que no están completamente de acuerdo, de los que se la dan de valientes y son unos cobardes… El tiempo pondrá a cada cual en su lugar. En el futuro veremos a estos estudiantes “revolucionarios” vendiendo obreros en cualquier sindicato o intentando escalar cargos en tal o cual partido izquierdoso para vivir a costa nuestra y defender todo aquello que ahora dicen atacar.
gracias por el texto,muy interesante...con vuetro permiso lo publico en mi blog....
ResponderEliminarun abrazo compañerxs..
una critica realmente constructiva y acertada.
http://r-evolutionpunk.blogspot.com/2010/12/criticas-y-observaciones-sobre-la.html
Es interesante que la crítica sea la misma que hacen los grupos de derecha universitaria al asambleísmo, y con el que temrinan concluyendo que siguen como corderos movimientos en los que en realidad no creen. En la U de Chile, la asamblea es dudosamente un espacio democrático u horizontal, el poder de algunos miembros sobre otros es evidente y plantarse en contra de una determinada forma de movilización puede llevar a situaciones en las que ese mítico pluralismo prueba ser un ideal más falso que el carácter nacional de la universidad...
ResponderEliminarEsa delgada línea entre la posmodernidad y el fascismo...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo creo que la alienación sea una constante en todas las asambleas, y en el marco, al menos de la Toma de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, yo no he notado, aún, un discurso sagaz de una revolución partidaria.
ResponderEliminarSubestimar al poder del espíritu crítico en asambleas a través de personas que ya se consideran en su mayoría madura, no es un ejercicio que buscan este tipo de asambleas. Aclaro que no significa que no puede llegar a tener algún poder de convencimiento, pero la voz es de todos, y es a través de su voto a mano alzada.
Es correcta la lectura del desgaste y los intereses organizados, pero cuando se generan ideas nuevas, las plataformas de discursos políticos se deben de modificas, y si fuera así, bienvenido sea...
Sopa de discursos y cambios de ideas... a ir por convertir esos justos pedidos en hechos, que son el fin, hacer que funcionarios y personas que se suponen aptas para ocupar sus cargos, hagan justamente eso... HACERCE CARGO y hacer su trabajo.