EDITORIAL '¿Por qué sos tan negativa?’ Le pregunta la araña a la mosca. ‘Sé objetiva, olvida tus prejuicios’. Pero no hay manera de que la mosca pueda ser objetiva, por más que quiera: ‘Mirar la telaraña objetivamente, desde afuera ¡que sueño!', dice la mosca, '¡Que sueño vacío y decepcionante!”.
'No gritamos porque enfrentemos la muerte segura en la tela de araña, sino porque soñamos con liberarnos.
'Nuestro grito es un rechazo a revolcarnos en el hecho de ser víctimas de la opresión, a sumergirnos en una “melancolía de izquierdas”.'
John Holloway - Cambiar el mundo sin tomar el poder.
Si en esta publicación hubiera algo realmente de valor práctico, entonces no existiría. Esto se debe a que quien comunica lo hace, generalmente, a partir de la falta de algo; dicho de otro modo, si tuviéramos alguna formula mágica para combatir el capital, ya la estaríamos usando. En este mismo principio se basan todas las emisiones culturales dentro de la sociedad mercantil: si por ejemplo un escritor de libros de autoayuda supiera como vivir de forma óptima, probablemente no necesitaría vender libros. Y es que nuestra vida –nodo de relaciones sociales- es, en esencia, un fragmento de las relaciones sociales que componen la telaraña del sistema mercantilista. Nuestras acciones, por lo general, conllevan la reproducción de éste. Incluso esta misma publicación ha dejado alguna pequeña ganancia a quienes nos proveyeron de papel y tóner.
Como humanos dentro del sistema estamos escindidos de una parte de nuestras vidas, nuestras decisiones son solo parciales aún cuando queremos calmar nuestra sed: podemos comprar una de las tantas bebidas que nos ofrece el mercado o incluso tomar el agua que nos provee el servicio público a un módico precio por mes, pero no podemos elegir (salvo en raros casos) saciar nuestra sed sin enriquecer a alguien. Nuestra vida por consiguiente queda reducida a una concepción de libertad que niega la libertad misma; somos seres autocontradictorios en su propia identidad. Y los somos todos. El sistema, en su constante fragmentación del humano, nos ha dificultado el acceso a una comprensión rigurosa, colectiva y positiva (por oposición al grito de negación de la mosca) de nuestra propia existencia, a tal punto que tomamos como natural que las obras destinadas a criticarlos tengan un carácter filosófico y no uno científico. Pero si bien es cierto que hemos quedado despojados de nuestra capacidad de afirmación, también lo es que seguimos conservando nuestra capacidad de negación.
Sabemos que las cosas que deseamos (un auto, un titulo, una pareja, etc.) están signadas por la cultura capitalista, y esto nos ha llevado a adueñarnos de nuestra capacidad de odio: las cosas que anhelamos cambian, porque no solventan realmente nuestras necesidades, pero lo que odiamos permanece siempre allí, y cuando el sistema no nos logra introducir una nueva pauta de canalización de una necesidad (por ejemplo la clase política) encontramos una formula que busca materializarse en la destrucción de esa pauta (al caso, el grito ‘que se vayan todos’).
Sólo nos queda, entonces, actuar a través de una formula de odio para con nosotros mismos, no como personas, sino en nuestro roles dentro del sistema. Pero no la tenemos, y de ahí surge la doble motivación de esta publicación: por un lado como única reacción posible (de negación, de odio) contra las pautas del sistema (incluido el falso criticismo), por el otro la necesidad de generar un debate que nos permita encontrar formas positivas de destrucción y superación de las relaciones sociales que componen nuestra vida y sociedad.
En la editorial del anterior número afirmábamos que esta publicación se gesta por odio: sólo nos queda aclarar que, a diferencia de lo que nos dicta nuestra cultura, el odio no se opone al amor, así como la filosofía negativa no se opone a la positiva. Es necesario comprender y amar nuestra capacidad de ser humanos, para poder odiar nuestros roles deshumanizantes (trabajador, estudiante, militante de izquierda, burgués, etc), y es necesario poder odiarnos a nosotros mismos en esos roles, para poder recién allí, y de forma colectiva, establecer las condiciones que nos permitan afirmarnos como humanos.
‘Como moscas atrapadas en una red de relaciones sociales que están más allá de nuestro control, sólo podemos tratar de liberarnos cortando los hilos que nos aprisionan.
Por el momento, sin embargo, cualquier estudio de la telaraña que no comience por el hecho de que la mosca está atrapada en ella, es simplemente una mentira’.
‘La mosca, sin embargo, no desempeña rol alguno en la construcción de la telaraña, mientras que nosotros somos los únicos creadores del sistema que nos tiene atrapado’.
Y esto pareciera ser lo primero que olvidamos como revolucionarios: ante la primacía del discurso contrahegemónico (aquel que nos dice que como oprimidos debemos luchar contra los poderosos), tan vigente en la ‘nueva’ como en la ‘vieja’ izquierda, toda lucha pareciera reducirse a conquistar (es decir, a arrebatárselo a la burguesía) terreno político y económico.
Esto no es más que transformarnos nosotros en los administradores del capital. Pero como resulta que es la misma estructura económico-cultural, y no solamente los deseos egoístas de unos malvados seres con mucho poder, la que condiciona la sociedad, mientras exista el capital (sin importar quién lo administre) nuestra humanidad permanecerá negada.
Que los textos presentes en esta publicación tengan una intención claramente anti-izquierdista (entendiendo a la izquierda como la forma política de las concepciones contrahegemónicas) no es porque nos consideremos iluminados frente a aquellas personas que son militantes de izquierda, ni porque consideremos que no tengan capacidad para nada más que ser los eternos aplicadores de parches del sistema; sino justamente porque creemos que es propio de quien lucha (incluyéndonos) canalizar nuestras ansias de humanización de la sociedad por los caminos que ya están transitados, por lo que vemos imperante encontrar un espacio de replanteamiento teórico de hacia dónde nos conduce nuestro accionar.
No somos (aunque así nos tachen) ni utopistas, ni idealistas, ni soñadores, cuando planteamos una lucha que no sea la sumatoria de conquistas mercantiles (mejor salario, vivienda digna, mejor educación, comedor universitario, etc.) porque de hecho es un sueño pretender estar en contra del capitalismo aumentando la circulación de mercancía.
Pero tampoco deseamos que se confunda nuestra posición con la que reza que “a peores condiciones de vida, más probabilidad de revolución”: el famoso, “cuanto peor, mejor”. No se trata de eso, sino de entender que quienes componen esta sociedad pueden desarrollar una praxis revolucionaria propia (aunque colectiva) sin la necesidad de ser parte de la base (ni juventud) de ningún partido de masas, y sin la necesidad de ninguna ‘vanguardia’ que convocándolos a luchar por reivindicaciones mercantilistas busque obtener un rédito político con fines revolucionarios. La idea de que ‘la masa’ no es capaz de ser revolucionaria sino por medio de esas reivindicaciones mercantilistas (que algunos imbéciles llaman ‘materiales’) canalizadas por una vanguardia, es el remedio que causa la enfermedad, de la misma manera que lo hace la educación institucional con las ganas de aprender.
En esta publicación también incluimos:
- Sobre la miseria de La Miseria. Es una reseña de la actividad grupal que vivimos desde que nos constituimos como tal, a la vez que un esbozo de propuesta de acción y posicionamiento revolucionario.
- Burocracia. Fiel a su título, es un análisis de esta categoría y una introducción a su comprensión en el marco histórico actual para realizar un aporte a la perspectiva revolucionaria que abarque a dicha forma.
- Críticas y observaciones sobre la idealización del Método Asambleario. Busca desmitificar el carácter democrático (entendiendo democrático como participación directa del pueblo) de la estructura asamblearia. Su finalidad es prácticamente la aplicación inmediata de una nueva pauta de actuación en esos espacios.
- La alienación del conocimiento. Intenta ser un análisis no riguroso de la estructura educativa, para entenderla como un componente inexorablemente unido al sistema capitalista, y busca abrir el debate sobre si es posible una ‘universidad al servicio de la comunidad’.
- La Educación Superior y la búsqueda de una respuesta contra el Capital. Es el único texto no producido por nuestro grupo, firmado bajo el pseudónimo de Antsep y de origen en la Región Trasandina. La introducción y las notas que agregamos ayudan a comprender el por qué de su inclusión en esta publicación.